Acribillados por todos los flancos por múltiples tendencias que les nublan la vida y el sentido, los marketeros es olvidan a menudo de los preceptos básicos del marketing de contenidos.
El content marketing hace gastar litros y litros de saliva a los marketeros, que cuando hincan el diente a esta disciplina se olvidan a menudo de los preceptos más básicos para arrojarse en los brazos de (volátiles) tendencias sin ton ni son.
Maneras de abordar el marketing de contenidos hay miles, pero en una buena estrategia de contenidos no deben faltar jamás de los jamases los pilares que disecciona a continuación en un artículo para Horizont Svenja Teichmann:
1. Sin un enfoque global el marketing de contenidos está abocado al fracaso
El content marketing no está recluido en un único y codicioso departamento dentro de las empresas. Para que esta disciplina tenga éxito es preciso que los intereses del cliente y los objetivos de la compañía bailen al unísono
Una estrategia de marketing de contenidos tiene definitivamente más posibilidades de llegar a buen puerto cuando las necesidades del cliente (atención al cliente) y los objetivos de comunicación de la empresa (marketing) confluyen en contenidos de calidad (producto y desarrollo) que sean también extraordinariamente fáciles de buscar y encontrar (SEO). El contenido generado debe además llegar al mayor número de ojos posible mediante técnicas como el “seeding” (publicidad pagada) y las relaciones públicas (con la inestimable ayuda de los periodistas). Además, una vez el contenido ha sido diseminado por la red, es preciso rastrear su eficiencia (“web controlling”).
El content marketing está obligado, por lo tanto, a ser multidisciplinar y no convertirse jamás en un objetivo en sí mismo. En el epicentro de esta disciplina está siempre el cliente y en ningún caso el “autobombo”.
Los contenidos alumbrados por las empresas deben estar provistos además de valor añadido. Enarbolando la bandera de la calidad y la relevancia, el marketing de contenidos disfruta de más alcance en los social media y de más visibilidad en los motores de búsqueda.
Cuantas más sinergias confluyan en los contenidos y más departamentos estén sincronizados y con la vista puesta en el content marketing, más éxito tendrá esta disciplina.
2. Lo importante no son tanto los canales como los temas
Cuando se aproximan la content marketing los marketeros se obcecan muy a menudo en un único canal. Y es con ese canal en mente cómo dan a luz los contenidos que salen de sus entrañas. ¿El problema? Que el marketing de contenidos obedece a objetivos ulteriores y mucho más elevados y no debe ser esclavo de un único canal (ni siquiera de varios).
Más que pensar en canales es mucho más útil que los “content marketers” piensen en temas y den después a tales temas el formato adecuado (teniendo en cuenta su naturaleza). Sólo cuando ya haya un tema sobre la mesa es el momento de posar los ojos en plataformas concretas.
El último objetivo del content marketing es generar contenido para el cliente y no para Facebook o Instagram.
3. Website first
Obsesionadas (de manera casi enfermiza) con los contenidos que vuelcan en las redes sociales, muchas empresas dejan injustamente en el olvido a los contenidos que se abren paso en sus páginas web.
Y lo cierto es que la web es el lugar donde tienen lugar todas las transacciones. Es allí donde se generan los “leads” y en último término las ventas. Todo lo demás es en realidad totalmente secundario.
La web es y sigue siendo el eje central en torno al cual pivotan las empresas. Y como tal merece un trato absolutamente preferencial y debe ser nutrida con contenido de calidad (utilizando siempre el SEO como estrella polar).
4. El contenido necesita colgarse del brazo de KPIs concretos
Cuando se zambullen en las procelosas aguas del marketing de contenidos, los marketeros deben aprovisionarse de objetivos medibles y de métricas a modo de “flotadores”.
Ahí fuera el contenido, víctima de una constante y eterna pleamar, crece como la espuma. La abundancia de contenido genera inevitablemente ruido. Y en medio del mundanal ruido a las empresas les resulta cada vez más complicado filtrarse en los canales auditivos del cliente con sus contenidos.
Para hacerse oír entre la multitud el contenido y la calidad deben ir de la mano. Aun sí, la calidad cuesta dinero y, para justificar los elevadísimas cifras que lleva aparejada su creación, las empresas necesitan aprovisionarse de KPIs (alineados, claro está, con objetivos concretos).
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