Introducción: la crisis de cuidados
El cuidado es un tema de gran relevancia en nuestros días. En la actualidad y desde hace más de una década se viene hablando, discutiendo y reflexionando acerca de esa crisis que azota a los países del norte (Europa y Estados Unidos) en cuanto a la atención a sus ciudadanos dependientes, entiéndase niños, enfermos y ancianos.
Son muchas las causas de esta crisis, de las cuales se destacan el envejecimiento paulatino de la población, la incorporación masiva de las mujeres a la esfera laboral, el escaso desarrollo de servicios públicos de atención a la dependencia y la poca o nula participación de los hombres en las tareas del hogar. De esta cuenta, la crisis se entiende como ese desajuste entre la necesidad de cuidado, que aumenta cada vez más, y la disminución de disponibilidad para ejercer estas labores. Esto último ocurre porque las mujeres de la familia, que eran quienes ejercían este rol de forma gratuita en la mayoría de los hogares, ya no están dispuestas o no cuentan con el tiempo suficiente para continuar con este trabajo, apenas valorado socialmente.
Mercado de trabajo, la conciliación y las mujeres inmigrantes
Esta crisis ha supuesto una apertura al mercado laboral español que está siendo ocupado por mujeres inmigrantes. Se trata de puestos de trabajo en el ámbito del cuidado informal remunerado, en el que se incorpora a personas ajenas a la familia para que se responsabilicen de estas tareas (Díaz Gorfinkel, 2008). De esta forma, las familias consiguen conciliar vida laboral y vida familiar sin necesidad de realizar grandes modificaciones en la estructura social.
En España el empleo de hogar y de los cuidados cuenta con un total de 176.410 mujeres extranjeras afiliadas al Régimen de Empleadas de Hogar, número que representa el 93,13% del total de la población extranjera afiliada al régimen general (Ministerio de Empleo y Seguridad Social, 2016). La elevada presencia de mujeres extranjeras que trabajan en el sector del empleo de hogar y de los cuidados, demuestra esa demanda de cuidados que estas mujeres están cubriendo.
Condiciones de ese empleo de hogar y cuidados
Al abordar la temática de empleo de hogar y de los cuidados, hago referencia a una modalidad del servicio de proximidad, que se caracteriza por prestar servicios a personas particulares, no a empresas, a cambio de una retribución. Dicha ocupación engloba tanto las tareas de mantenimiento de la infraestructura de la casa (lavar, planchar, limpiar, cocinar, etc.) como los cuidados de los miembros de la familia empleadora: niños/as, personas mayores, enfermos y/o demás adultos. Es posible distinguir dos tipos de contratación (una de ellas con dos variantes) en función del tiempo de presencia en el hogar empleador, las condiciones laborales y la intensidad del vínculo con los empleadores:
1 Régimen interno. Se caracteriza porque la empleada reside en el hogar donde desempeña su trabajo. Aunque existen períodos de descanso pactados entre la empleada y el empleador/a, el propio hecho de residir en el lugar de trabajo lleva implícita una disponibilidad prácticamente del 100% según sean las necesidades de la familia empleadora, lo que genera largas jornadas de trabajo.
2 Régimen externo. Modalidad con dos variantes. La primera, empleo externo fijo, significa una jornada completa para una única familia empleadora, sin residir en su domicilio. Esto permite un mayor respeto a los horarios establecidos, aunque se trate de jornadas extensas. La segunda, empleo externo por horas, que consiste en trabajar a tiempo parcial en uno o varios hogares, dentro de un horario definido.
Además, el empleo de hogar se caracteriza por tener un horario flexible, se sabe a qué hora inicia el trabajo pero no a qué hora termina. Esto pasa porque las familias, y en especial las mujeres, tampoco cuentan con un horario laboral fijo o en ocasiones se anticipan a eventualidades que surjan, con lo cual buscan una persona que se encargue del cuidado de sus seres queridos con una amplia disponibilidad de tiempo.
En resumen, el empleo de hogar y cuidados significa una compra-venta de tiempo. Compra de tiempo para conciliar, tiempo para desligarse de tareas domésticas y dedicarlo a otras actividades, y una venta de su tiempo de trabajo, casi sin límites, según sea la modalidad de contratación.
Consecuencia de una organización social de los cuidados familistas
El hecho de que la organización del empleo de hogar y cuidados quede a cargo de las familias y que los problemas de la propia conciliación se resuelvan de forma privada, provoca que este trabajo sea nada o poco apetecible para las mujeres que a su vez tienen una familia a su cargo, precisamente porque esa disponibilidad de tiempo que supone este tipo de empleo es visto como esclavizante, sacrificado y poco reconocido económicamente.
¿Quienes son las personas aptas para este trabajo? Las mujeres inmigrantes que no tienen familia en España.
La conformación de hogares de familias migrantes puede ser variada: de forma muy simplificada podemos señalar que existen familias que se han conformado en España y que poseen o no otros miembros en el lugar de origen y/o destino; familias que han vivido algunos años separados pero que se han reunificado a través de la reagrupación familiar, y familias transnacionales, que viven en diferentes regiones y países; generalmente se trata de miembros que viven en el país de origen, con madre y/o padre migrante. Serán estas últimas quienes se configuran como las más idóneas para cubrir estos puestos de trabajo que requieren una amplia disponibilidad de tiempo.
¿Qué pasa con sus propias pautas de conciliación?
Las mujeres inmigrantes, antes de emprender el viaje hacia Europa, se informan de las posibilidades reales de encontrar un trabajo y de las condiciones del mismo. Saben que trabajar en modalidad de interna será la opción más segura, si no es la única, debido, entre otros factores, a que la oferta se focaliza en esta modalidad y a que tienen muchas dificultades para regularizar su situación migratoria durante los primeros años, con lo cual ya tienen asumido que emprenderán el viaje en solitario.
Esto supone que antes de iniciarlo deben organizar el propio cuidado de sus seres queridos (hijos, hijas, mayores a cargo) para que su ausencia no suponga un quiebre irreparable en el equilibrio de estos hogares. Así, el propio hecho de migrar para asumir el cuidado de otros a costa de separarse físicamente de sus propios hogares, implica un traspaso de la responsabilidad del cuidado de sus hijos y familiares, formando parte de las llamadas Cadenas Globales de Cuidado (Pérez-Orozco, 2009). Estas cadenas atraviesan fronteras para organizar el cuidado de los y las dependientes.
La literatura nos habla de que las mujeres inmigrantes delegan y comparten el cuidado entre otras mujeres de su mismo entorno familiar, esto responde a dos premisas: la primera es que esta dinámica de cuidado colectivo entre otras mujeres es una práctica que existía antes de la propia idea de la migración de la madre; y la segunda es que la propia decisión de migrar responde a una crisis económica que se debe afrontar inmediatamente, con lo cual la posibilidad de contratación de otra persona para que asuma esta tarea queda fuera de discusión (Hernández Cordero, 2016).
De cualquier manera, es preciso señalar que la propia migración de estas mujeres no es la causa de esta experiencia de familia y maternidad desde la distancia, sino que es la forma en que está organizado el mercado de los cuidados que, como hemos visto, demanda mano de obra con amplia disponibilidad de horarios, característica que hace imposible conciliar la vida laboral de las mujeres inmigrantes con una vida familiar en el mismo país de destino. Estas mujeres deben limitarse a una vida familiar y a una maternidad que se vive más allá de las fronteras, empleando las herramientas que están a su alcance para mantener el vínculo afectivo con sus seres queridos. En esta dinámica, el teléfono, los avances de la telefonía móvil y principalmente el desarrollo de las tecnologías de información y comunicación (TIC), se han convertido en unos verdaderos aliados que les acercan y ayudan a reducir las distancias físicas entre ellas y sus familias. A pesar de no compartir el espacio físico, cada una de estas mujeres consigue participar de la vida que sucede al otro lado del océano, siguen siendo y haciendo familia.
En la medida que estas condiciones laborales no mejoren, las posibilidades de que estas mujeres ejerzan el derecho a vivir en familia se reducen considerablemente.
Bibliografía.
Díaz Gorfinkiel, M. (2008). “El mercado de trabajo de los cuidados y la creación de las cadenas globales de cuidado: ¿cómo concilian las cuidadoras?”. Cuadernos de Relaciones Laborales, 26 (2), 71-89.
Hernández Cordero, A. (2016). “Cuidar se escribe en femenino: Redes de cuidado familiar en hogares de madres migrantes”. Psicoperspectivas. Individuo y Sociedad, 15 (3), 46-55.
Pérez-Orozco, A. (2009). “Cadenas globales de cuidados: preguntas para una crisis.” Diálogos. Monográficos del pensamiento feminista, 1, 10- 17.
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