Está muy sonriente. De fondo, un sol radiante y el Big Ben. Se ha ido a Londres, y por lo visto se ha ido de compras. De sus brazos cuelgan todo tipo de bolsas con tickets recién imprimidos. Seguro que se ha ido con él. Está muy guapa, más delgada. Se la ve muy feliz. Él está con sus amigos, todos copazo en mano, muy elegantes, muy arreglados, muy sonrientes. En los comentarios “vaya noche nos espera”. A su lado, bien acompañado, una morena muy guapa le mira de reojo, seguro que tienen algo. Se lo ve muy feliz.
Acto seguido miras a tu alrededor, ves tu sofá, tu televisión, y piensas “no hay filtro de Instagram que arregle esto”. Y te sucumbes en un círculo sin salida de melancolía en el que eres la persona más infeliz del mundo, sin viajes a Londres, sin copas, sin nada que subir a Facebook, y todos lo que te rodean tienen vidas maravillosas, son súper felices, vomitan arco iris y les hace la cama los pajaritos de Blancanieves. Pues os diré algo, seré breve: NO.
Lo que estás viendo es parte de la historia, es una fotografía en una red social, no hay mucho más que decir. No sabes si el sol radiante de Londres acababa de salir, si llevaba una semana lloviendo, si llevaba los pies mojados y tenía un catarro de cuidado escondido tras una buena capa de maquillaje, si las bolsas que llevaba eran suyas o de su madre y su tía que la acompañaban y que están siendo un auténtico coñazo. No sabes si el copazo que tenía en la mano duró 30 minutos y a casa, si la morena que está a su lado es su prima que además tiene novia. No sabes nada, si te vas a dar a la imaginación, escribe una historia, pero no te la crees en la cabeza.
Lo que ves en la foto dura un lo mismo que el flash de la cámara: 3 segundos. De las 23 horas 59 minutos 57 segundos restantes del día no tienes ni la menor idea. Estoy segura de que ellos, al igual que cualquier ser humano que se precie (los famosos también están incluidos, por cierto) también tienen muchos momentos que no mejoran ni con Photoshop, que no están siempre de fiesta, ni viajando, ni cenando fuera, ni viviendo una vida perfecta. Al igual que tú, tienen sus mejores y peores momentos, y si deciden publicar algunos de ellos te repito: las cosas no son como parecen.
Cualquiera diría que ahora tenemos la necesidad de dar a conocer al mundo lo feliz que es nuestra vida y de no hacerlo, nos hace infelices. Y no sólo eso, sino que somos muy sanos, que nos encanta cocinar, los animales, ir al gimnasio, tocar el piano, las causas benéficas, viajar, y que además tenemos tropecientos amigos y un novio que nos quiere incondicionalmente. Y la poseía, nos encanta la poesía. Somos expertos en absolutamente todo y, si no, lo buscamos en Google y se acabaron todos nuestros problemas.
Esto, queridos amigos, se llama “postureo”, y del bueno. Lo vemos todos los días, incluso los que dicen estar en contra, lo hacen mediante Twitter en cuya foto de perfil aparecen poniendo morritos. Nos encanta, a ti, a mí, y a tu abuela que se ha hecho Instagram. Nos gustan los “me gusta”, y a algunos incluso se le va de las manos. Ponen comentarios con un “sígueme y se sigo” y tú te preguntas: a mí que más me da lo que hagas los miércoles por la noche, pero aun así algunos caen. Porque quieren un número más. Y si les dejan de seguir se preguntan por qué. QUÉ HE TWITTEADO MAL (puño en alto y lágrimas en los ojos).
Chicos (chicas), sois todos muy guapos, sois estupendos. Los domingos por la mañana tenéis cara de setos mañaneros, pero es comprensible. No necesitáis que nadie le dé a “me gusta” para subiros la moral. Viajad, cocinad, salid con los amigos, id al gimnasio, pero hacedlo por vosotros y disfrutad de cada momento. Disfrutad del momento aunque no tengáis batería en el móvil para compartirlo con el mundo. Y si la tenéis, compartidlo, porque tampoco es nada malo, porque tienes ante ti la catedral de Florencia y ojalá tus 300 amigos de Fb estuvieran a tu lado para contemplar una maravilla del estilo. Pero ante todo, no os preocupéis, todas las parejas felices de tu Instagram tienen sus problemas, todas las chicas guapas de tu Facebook tienen sus imperfecciones, todos los amigos inseparables de Twitter han tenido sus broncas.
Nadie tiene una vida perfecta, independientemente de sus sonrisas en las fotos de Instagram.
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