El Judaísmo prohíbe “talar” árboles y destruir fuentes de agua.
El código medioambiental judío
Sabiduría judía milenaria aplicada a la tecnología moderna.
por Aaron Feigenbaum
Todos hemos visto titulares sobre el calentamiento global, la contaminación y otros problemas ambientales. Hemos oído a científicos de primera línea informar sobre el daño que nuestra especie le está haciendo a nuestro planeta.
Pero a pesar de que los efectos físicos de nuestras acciones son aparentes, sus implicancias espirituales por lo general son dejadas fuera de la discusión. Solucionar esta crisis ambiental no sólo implica ahorrar energía, reciclar, etc., sino que la solución comienza por entender nuestra relación con nuestro planeta y cuál es el lugar que ocupamos en la creación.
A pesar de que la humanidad progresó de gran manera en la revolución industrial y en la revolución digital, simultáneamente dimos un paso atrás y olvidamos cuál es nuestro lugar en el universo.
El pensamiento judío dice que debemos vernos a nosotros mismos en relación a la creación de Dios y construirnos tanto moral como espiritualmente antes de poder abordar con seriedad los problemas que enfrentamos.
El judaísmo pide que respetemos toda la Creación y que evitemos la destrucción sin sentido.
La pregunta principal es cómo balancear nuestras necesidades en una sociedad moderna con los preceptos del judaísmo que exigen respetar toda la Creación y evitar la destrucción sin sentido. Puede que te sorprenda escuchar que tanto la Torá —la cual nos fue entregada hace 3.300 años— como los pensadores judíos de todas las épocas nos dan excelentes consejos para lograrlo.
Uno de los puntos más notables de la ética medioambiental judía es el mandamiento de evitar la destrucción sin sentido. Deuteronomio 20:19 declara:
Cuando sities a una ciudad durante muchos días para hacerle la guerra y apoderarte de ella, no destruyas sus árboles, blandiendo el hacha contra ellos, ya que de ellos ustedes comerán y no los deben cortar…
Esta declaración tiene profundas implicancias. Maimónides, el grandioso sabio medieval, deriva de este pasaje la prohibición de no “romper utensilios, desgarrar ropa, demoler un edificio, interrumpir una fuente de agua y destruir alimentos”.
Problema espiritual
El Séfer HaJinuj, del siglo XIV, elabora sobre la prohibición de talar árboles frutales:
Toda destrucción está incluida en esta prohibición. La raíz [del mandamiento] le enseña a nuestra alma a amar lo que es bueno… Este es el camino de las personas de buenas acciones que aman la paz, se regocijan en el bien de la creación y acercan a todos a la Torá. No destruyen nada, ni siquiera una semilla de mostaza, y les molesta hallar destrucción o daño. Si pueden actuar para salvar algo de ser destruido, emplean todas sus fuerzas para lograrlo.
Como señala este fragmento, hay una clara conexión entre el desperdicio y el declive espiritual, así como también entre el cuidado de nuestro entorno y el crecimiento espiritual. Considera un ejemplo de desperdicio en el mundo occidental moderno:
De acuerdo a la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, en el año 2012 se generaron más de 36 millones de toneladas de desperdicios alimenticios, de los que sólo el 5% fue a vertederos de basura y a incineradores para hacer abono. Ese número representa casi la mitad de la provisión de alimentos de Estados Unidos para el 2012, o comida equivalente a un valor de $165 mil millones de dólares. El desperdicio también hiere a los pobres, ya que la comida podría ir a caridad en lugar de ser desperdiciada.
Otro informe dice que los norteamericanos desperdician 32 mil millones de litros de agua por día. De acuerdo a la Universidad Estatal de Washington, los norteamericanos representan el 5% de la población mundial… pero consumen el 24% de su energía.
Además del desperdicio de los consumidores, también tenemos la destrucción industrial del medioambiente por medio de la deforestación, las emisiones de carbono, la contaminación plástica, la pesca en exceso y el desperdicio nuclear (por mencionar algunas de nuestras mayores preocupaciones ambientales). Este es un buen momento para prestarle atención al mensaje de la Torá y adaptarnos tanto tecnológica como espiritualmente para estar a la altura de esos desafíos.
Como dice Rav Shimshon Rafael Hirsch: La prohibición contra la destrucción sin sentido es “la advertencia más extensa a los seres humanos para que no abusen la posición que Dios les ha dado como amos del mundo y su contenido con una destrucción inútil, caprichosa, apasionada o simplemente desconsiderada de cualquier cosa de la tierra”.
Cinturón verde
Los mandamientos de la Torá sobre el medioambiente no terminan allí. Levítico 35:1-5 ordena que las ciudades de levitas deben estar rodeadas por una amplia franja de campo abierto. Maimónides extiende esto a todas las ciudades de Israel. Rashi comenta que el cerco tiene el objetivo de “mejorar la estética de la ciudad” (Arajín 33b). Esto ha sido llevado a cabo en tiempos modernos, en los que muchas ciudades tienen ese cinturón verde.
Las operaciones industriales nocivas deben estar distanciadas de los límites de la ciudad.
Respecto a la contaminación del aire, el Talmud nos dice: “Un terreno para trillado continuo debe ser mantenido a una distancia de 50 codos de una ciudad. Uno no debería establecer un terreno para trillado permanente en su propiedad salvo que haya un espacio de 50 codos en toda dirección” (Baba Batra 2:8). Maimónides interpreta esto como limitar la contaminación del aire y, consecuentemente, de toda operación industrial que cause un polvo nocivo para los humanos y los animales (Shejenim 11:1). (En una nota al margen, Maimónides —que era un respetado médico— escribió un tratado sobre asma; entendía que la contaminación del aire no sólo es un factor espiritual, sino también médico).
La contaminación del agua también es muy preocupante. El Talmud escribe que “el agua del lino debe ser alejada de los vegetales” (Baba Batra 11:10) y que está prohibido cavar una fosa séptica cerca del muro de un vecino por temor a que este último sea contaminado. La Torá nos está instruyendo la obligación de evitar causarles daño a los demás, incluso cuando este sea indiscernible.
Misión Divina
De estas y otras enseñanzas, aprendemos que proteger el medioambiente es una obligación de la Torá que no sólo protege la creación de Dios (nosotros incluidos), sino que también nos enseña los principios del autocontrol, compasión y empatía. A pesar de que los valores espirituales enseñados en la Torá no se encuentran completamente expresados en el movimiento liberal de ambientalismo, es probable que el movimiento ambientalista sí se haya inspirado en estos valores.
Incluso para quienes no se consideran ambientalistas, deberíamos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para asegurar un futuro brillante para las generaciones venideras, ya sea reciclando o comprando un automóvil que sea energéticamente eficiente.
Reconocer lo frágil que es nuestro planeta nos recuerda las grandes responsabilidades que tenemos, no sólo por nuestra supervivencia física, sino que también por el cumplimiento de nuestra misión Divina. Sin embargo, la acción individual sólo cumple una parte de esta misión. Debemos tomar acción social, ayudar a educar a otros y exigir legislación que ilegalice la destrucción sinsentido y envíe un claro mensaje de que la Creación no es algo que puede ser explotado o alterado sin razón.
El resultado seguramente será un mundo más limpio, pacífico y consciente espiritualmente para nuestro futuro.
(Fuentes: Jewish Virtual Library, Encyclopedia Judaica)
Una versión de este artículo fue publicada previamente en The Jewish Home LA.
Aish Latino
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