No son multitud, pero son cada vez más y empiezan a formar parte de un movimiento que reivindica menos violencia verbal y más tiempo para lo que de verdad es importante. El ‘social media fatigue’ ha llegado hasta Silicon Valley. Se lo contamos. Por Daniel Méndez / Fotos: Daniel Méndez y Antón Goiri
Fue uno de los fundadores de YouTube y PayPal y sigue trabajando en nuevas plataformas digitales, pero Chad Hurley lo tiene claro: «Se produce demasiada información y la gente empieza a desconectar. En los próximos años se va a producir un social media fatigue. A la gente le va a empezar a dar igual lo que se cuelga on-line de continuo». Social media fatigue es la expresión de moda y no necesita mucha traducción. Que exista una expresión para definir la saturación que produce un servicio o tecnología y que cada vez la usen más los propios geeks y creadores de ese servicio o tecnología es un claro indicador de que algo está pasando.
Un 63 por ciento de los estudiantes británicos afirma que no le importaría que las redes sociales dejaran de existir
Hace solo unas semanas, Tim Cook -el consejero delegado de Apple- insistía en un foro sobre el asunto: «No tengo hijos, pero tengo un sobrino al que le pongo algunos límites. Como, por ejemplo, que no esté en redes sociales». Y más sorprendente era aún que en noviembre Sean Parker, cofundador de Facebook y conocido por su agresiva forma de emprendimiento en Silicon Valley, llegara a decir que las redes sociales nos están dañando el cerebro. «Literalmente cambia tu relación con la sociedad y con los demás. Solo Dios sabe lo que están haciendo al cerebro de nuestros hijos». Es más, admitía que Facebook y otras redes están deliberadamente diseñadas para captar cuanta más atención posible de los usuarios, para que estos entren en «bucle», y que se hacía «explotando la vulnerabilidad de la psicología humana».
¿Qué está pasando? La organización británica Digital Awareness UK decidió preguntárselo a cinco mil estudiantes. El resultado de su estudio deja un dato asombroso: un 63 por ciento de los estudiantes británicos afirma que no le importaría que las redes sociales dejaran de existir. Y hasta un 71 por ciento de ellos ha dejado de publicar durante un tiempo en sus redes sociales. Bien es cierto que la mayoría vuelve, pero buscando nuevas alternativas.
Tendencia a la baja
En España los datos no son tan significativos, pero un 45 por ciento declara haber abandonado alguna red social en 2017, según se recoge en el Estudio anual de redes sociales, elaborado por IAB Spain. Entre las grandes, Twitter es la que concentra una mayor tasa de abandono: un 13 por ciento de los usuarios la había dejado de visitar o había eliminado su perfil. Y no es la única que comienza a mostrar síntomas de desgaste. Un 72 por ciento de las personas que no son usuarias de redes sociales declaraba que no tenía intención de abrirse un perfil en el futuro; en 2016 era un 59 por ciento. Es decir, en un año un 13 por ciento más de renuentes a las redes sociales.
Y otra cifra significativa. El mismo estudio establece que los usuarios de redes sociales dedicaron el año pasado 17 minutos menos que el año anterior a consultar sus perfiles. ¿Le parece poco? Puede ser, pero hasta ahora nunca se había registrado una tendencia a la baja.
Y a esta tendencia a desertar de las redes, sobre todo de Twitter, se le puede poner nombre y apellidos. La lista de los ‘renegados’, por uno u otro motivo, es larga: Alejandro Sanz, Miley Cyrus, Charlie Sheen, Lady Gaga, Ashton Kutcher, Stephen Fry, Alec Baldwin recientemente, tras una polémica con la actriz Asia Argento a raíz del escándalo sexual de Harvey Weinstein… «Con una cierta tristeza -declaró el actor- suspendo mi actividad en esta cuenta de Twitter». Más que tristeza, es el enfado o la frustración lo que lleva a muchos a bajarse del carro. cuando a la cantante Lilly Allen la acusaron en la Red, por ejemplo, de ser responsable de la muerte de su hijo, que perdió en el sexto mes de embarazo. La cantante denunció el acoso a Twitter. La respuesta fue. «Revisamos cuidadosamente su reporte y comprobamos que no hubo violación de las normas de Twitter respecto al comportamiento abusivo». «Siempre igual», tuiteó Allen, enviando la captura de pantalla a Jack Dorsey, fundador y CEO de la red social. La socialista Elena Valenciano, por su parte, decidió abandonar cuando los haters llegaron a amenazar a sus hijos en Twitter. Con el tiempo volvió, como -hay que decirlo- ocurre en la mayor parte de los casos de las celebridades. Pero no tanto entre quienes no tienen nada que promocionar.
Cuestión de confianza
¿Qué está ocurriendo? Muchos hablan de fatiga o hastío de las redes sociales. Twitter o Facebook llevan ya más de una década entre nosotros. La fiebre inicial va pasando. Además, empezamos a conocer ya sus virtudes y sus defectos. Por ejemplo, en pleno debate sobre las fake news -las noticias falsas que proliferan en la Red- cabe constatar que la credibilidad de estas plataformas ha caído: los usuarios le dan un aprobado raspado (un 5,2 sobre 10) a la confianza que les merece la información que reciben en redes sociales. La privacidad va ganando también protagonismo, bien es cierto que a una cierta edad. Pero incluso los adolescentes valoran más las aplicaciones como WhatsApp o Snapchat que las redes como Facebook, según el Pew Research Centre.
Sean Parker, confundador de Facebook, admite que las redes están diseñadas para «explotar la vulnerabilidad de la psicología humana»
Prueba de que algo se está moviendo es que Mark Zuckerberg -cuya compañía es propietaria no solo de Facebook, sino también de Instagram- colgaba un largo post en su perfil de Facebook a comienzos de año donde afirmaba: «El mundo está ansioso y dividido, y Facebook tiene mucho trabajo que hacer -sea protegiendo a nuestra comunidad del odio y del abuso, defendiéndose de la injerencia de estados o asegurándose de que el tiempo que pasamos en Facebook merezca la pena-. Mi reto personal para 2018 es centrarme en corregir estos importantes problemas».
El CEO de Twitter, Jack Dorsey, hizo reflexiones similares sobre la necesidad de controlar a los haters y los acosadores en su red, principal razón para la fuga de usuarios. Bien es cierto que Twitter tiene su principal ‘aliado’ en el presidente de los Estados Unidos. Donald Trump es una impagable publicidad por su constante uso de los 140 caracteres incluso para anunciar asuntos de Estado o dinamitar relaciones diplomáticas. Precisamente por esto, varias organizaciones han pedido que se elimine el perfil del presidente, alegando que sus mensajes van contra las normas de la plataforma. Un grupo de activistas de San Francisco proyectaba la semana pasada la frase @jack es #cómplice sobre la fachada de las oficinas de la compañía. Aún es pronto para saber cómo afectará la polémica Trump a la Red, pero mientras tanto el Collins Dictionnary británico tiene ya un nuevo término ‘en nevera’, pendiente de aprobación para ser incluido en el diccionario. Twitter quitter… Los ‘renegados’ de las redes ya tienen la palabra.
¿Por qué he dejado Twitter?
LORENZO SILVA: ESCRITOR
“Soy un tipo de palabra. Me he ido ya antes de muchos sitios y no he vuelto a ninguno”
P. Su último mensaje rezaba: «Superluna en Venecia. Buena imagen para desconectar para siempre de Twitter. Gracias a todos, pero esto dejó de compensar».
R. ¡Y ha generado una repercusión que no me esperaba! No quería dar ningún mensaje al mundo. Me fui como decisión personal, sin más alcance.
R. Porque me roba tiempo. Mucho de ese contenido, sea el señor que me llama ‘fascista’ o el que me llama ‘rojo de mierda’, implica una pérdida de tiempo.
R. En Twitter hay mucho material interesante y por eso he estado siete años… Me dejó de interesar cuando vi que invertía más tiempo procesando lo que no me interesa que lo que sí. Y punto.
P. También se refiere a las grandes corporaciones que hay detrás.
R. Exacto, ¿tengo la obligación de trabajar para engrosar los ingresos de unas compañías de las que yo no soy accionista? Sin embargo, sí tengo una obligación moral conmigo mismo de no malgastar mi vida.
P. Le noto más beligerante que hace unas semanas…
R. Es que leo cosas que me demuestran que la gente es muy malévola y hace juicios morales sin detenerse a escuchar lo que estoy diciendo. Es mi postura, yo no he hecho una enmienda a la totalidad de Twitter. Simplemente digo que a mí no me vale. Hay que reivindicar el derecho a ir en la corriente, al margen de ella o contra la corriente.
P. Vuelve a viejas vías de comunicación con sus lectores.
R. Sí, a la web, por ejemplo. O a mi blog o a mi correo electrónico. Y, dado que hay gente interesada en Twitter y Facebook, yo le introduzco un automatismo a la web para que lo que haga se difunda en las dos cuentas que tengo en Twitter y Facebook.
R. No, pero le sustraigo a esas redes mi presencia personal.
R. El último año y medio en el Twitter español, la cosa se ha enrarecido mucho. Se ha vuelto más violenta. No huyo de la confrontación ideológica, pero acaba generando cansancio asistir siempre a ese tipo de expresión grandilocuente.
P. Todo se magnifica en las redes.
R. Pero no solo por el troleo. Twitter se ha convertido en una herramienta de propaganda. Allí se hacen propaganda todos, desde Trump hasta Putin; el independentismo o sus contrarios.
P. ¿Y por qué resulta tan atractivo para tantos?
R. Twitter maneja las inercias de nuestro cerebro, que está programado para la curiosidad, para no dejar sin respuesta a los estímulos y yo me veía a mí mismo perdiendo el tiempo, por mucho que intentara controlarlo.
P. Muchos de los que se han ido terminan volviendo.
R. Yo suelo ser un tipo de palabra. ¡Me he ido ya de unos cuantos sitios y no he vuelto a ninguno!
“Prefiero pasar el rato hablando con mis hijas, mis amigos, leyendo la prensa…”
P. Acaba de estrenar El cuaderno de Sara, ambientada en África. Allí, las redes sociales tienen también una importante penetración.
R. Sin duda. Estuvimos rodando en aldeas muy apartadas y, sin embargo, todos tenían sus teléfonos. Y en los orfanatos y en las escuelas donde estábamos, los críos están muy informados y tienen aspiraciones.
P. Usted no es muy activa en las redes.
R. Tengo Instagram. Lo abrí cuando rodábamos Perfectos desconocidos (estrenada el pasado diciembre). ¡Todos me decían, pero cómo no tienes cuenta! Y me la abrí. La película gira en torno a las tecnologías.
R. Sabes qué pasa, que durante muchos años he sentido un cierto rechazo, más que nada por intentar proteger mi vida privada. ¡Pero hay que adaptarse a los tiempos! E Instagram pareció el más adecuado para mí.
R. A veces una imagen vale más que mil palabras. Y en Twitter la gente se permite, bajo el anonimato, unas apreciaciones que no van conmigo.
R. Sí, sin duda. Es una manera a veces bastante cruel de manifestar una opinión.
P. ¿Es representativo de la sociedad?
R. Pues no lo sé. Tampoco toda la sociedad es así, claro. Lo que sé es que no soy partidaria de prohibir nada. Creo que no es la solución: la comunicación de este tipo está instaurada en nuestra sociedad.
R. Trabajo muchas horas y prefiero pasar el tiempo libre hablando con mis hijas, mis amigos, leyendo la prensa… Las redes te roban mucho tiempo.
DAVID GISTAU PERIODISTA
“Lo tengo claro: mucha gente usa Twitter porque es una máquina de ligar”
P. Tuvo una cuenta en Twitter.
R. Sí, pero tardé en probarlo. Todos mis compañeros de profesión estaban ya metidos cuando me decidí. Aguanté en Twitter unos meses. ¡No todo fue malo! Había gente divertida. Pero no compensaba.
R. Por varias razones. La primera porque es una pérdida de tiempo, que repercute en tu vida diaria. Conozco a gente que tiene verdaderos problemas con eso. Pero, además, hay un ambiente bronco general que deja de ser interesante.
R. No he estado en ninguna. No me interesan. ¡Ni Facebook tengo!
P. ¿Es útil para su profesión?
R. Depende. Si creas en Twitter un grupo de interlocutores, terminas escribiendo para gustarles a ellos. ¡No puedes trabajar al servicio de un grupo de amigotes de una red social! ¡El mundo no es Twitter!
“Compañeros de profesión viven con miedo a ser pasados por la quilla de Twitter”
R. No. Además, percibo una tendencia de fuga.Mucha gente se marcha hastiada de los insultos. Se ha perdido el embrujo inicial.
P. ¿Es fiable como fuente?
R. Muchas cosas no están contrastadas. ¡No sé cuántas veces murió Fidel Castro en Twitter antes de morir de verdad! Aparte tiene mucho de arma ideológica…Pero me llama la atención hasta qué punto afecta a la gente.
R. Sí. No dejan de ser tuits, parece que les estén dando de hostias. La gente se queda jodidísima. Compañeros de profesión viven con miedo a ser pasados por la quilla en Twitter. Otros se sienten confirmados: convertirse en trending topic les parece un símbolo de notoriedad. Ambas cosas son una estupidez.
P. Y más allá de la profesión, ¿cómo vivió usted su presencia en Twitter?
R. Tengo una cosa clara: mucha gente usa Twitter porque es una máquina de ligar. Yo tengo amigos que están solo para conocer mujeres. No es la situación violenta de un bar.
P. ¿Qué opina de la propuesta de acabar con los perfiles anónimos?
R. No creo que sea necesario. Se perdería una de las gracias de Twitter, que es el personaje que te creas.
“No soy tan importante como para estar dando mis opiniones todo el día. ¡Y mi móvil no tiene ni internet!”
P. Tiene una cuenta en Twitter, con dos tuits…
R. ¿Dos tuits? No deberías ver ni eso. Está bloqueada.
R. Es que Twitter no me interesa. No me considero tan importante como para estar dando mis opiniones todo el día. Creo que hay mucho ego mal llevado en Twitter. El cotilleo que antes quedaba circunscrito al patio de vecinas, ahora es público.
P. En otras redes sí que está.
R. En Instagram y Facebook, pero eso son redes profesionales que lleva mi sobrina Alba, que lo hace fenomenal. Yo no tengo ni WhatsApp.
P. ¿Por qué Instagram y Facebook?
R. Porque son las más visuales. Le tengo mucho respeto a las redes y enseguida se monta un chocho por una tontería. Que quede claro que yo no estoy en contra ni las critico. No lucho contra ellas, sería como Quijote con los molinos de viento. No, pero es una decisión personal.
P. Tiene sentido lo de los influencers?
R. Sí, claro. El mundo está cambiando mucho. Y quien quiera promocionar sus productos y servicios deberá usar nuevas herramientas. Aunque la de los influencers es una profesión muy dura también. Es de una esclavitud que no querría para mí.
P. Su entorno sí estará en redes…
R. Sí, claro. Esto es como el alcohol, las drogas o el azúcar. Todo lo que nos gusta al ser humano es bueno en pequeñas dosis. Lo peor es cuando pierdes el control. Tengo amigos que cada diez minutos sacan el móvil a ver Instagram, Facebook… Te hacen una foto, la suben…
P. ¿Acabará teniendo un perfil personal?
R. No. Ahora con el programa de la tele (Maestros de la costura) me lo pidieron. Pero yo soy como soy. ¡Mi móvil no tiene ni Internet!
CLARA SÁNCHEZ: ESCRITORA
“No tengo ganas ni tiempo de trabajar gratis para las compañías detrás de las redes sociales”
P. Usted tiene cuenta en Facebook.
R. ¡Me la abrieron mis lectores en 2011! Y luego la asumí como mía, pero no cuelgo nada de mi vida privada. La uso para que mis lectores conozcan qué hago, qué saco…
R. No tengo tiempo ni ganas de más. Internet me chupa las neuronas, me encuentro muy fatigada después de navegar un rato. Es revolucionario como medio de comunicación, pero como ocio me deja cierto vacío. Prefiero dar un paseo a estar en ese mundo a menudo con tanta tontería.
P. Cree que es algo generacional?
R. Eso pensaba yo, pero la gente de mi generación se vuelve loca. Creo que depende más del carácter. soy muy contemplativa y no me gusta que me generen ansiedad. ¡No voy a provocarla yo fotografiando y contando todo lo que hago! No con esa urgencia que exige Twitter.
P. Un tuit se le queda corto.
R. ¡Es que Twitter nos obliga a circular por vía estrecha! A mí que me impongan como me tengo que comunicar no me gusta nada: con esta dimensión, estos caracteres… Es jibarizar el lenguaje.
P. ¿Y nunca ha tenido la tentación de probar otras redes?
R. No tengo ni tiempo ni ganas de trabajar gratis para las compañías que las crearon. Hablamos de plataformas, redes… Pero detrás de ellas hay una empresa que se lucra de nuestro trabajo.
P. ¿Se ha sentido presionada para abrirse un perfil?
R. Sí. Te sientes antiguo si no estás en Instagram. Pero no me apetece, ya me pueden decir lo que sea que por ahí no paso. Mi carácter es más libertario. Y si Twitter le resulta muy provechoso a Trump y a otros, pues estupendo. Es una revolución, pero nos está convirtiendo en cobardes.
R. No se da la cara. ¡Se echa a la gente del trabajo por e-mail, se deja a la pareja por WhatsApp! No dice nada malo del correo o del chat, sino de nuestra naturaleza: somos cobardes.